A ensuciar, a ensuciar, que el año se va a acabar…

Nos fuimos temprano con la Lulú a tomar desayuno con Sabihondo, un perrito chascón que vive en el sector UFRO. Tiene pinta de mateo, por eso lo bautizaron así. Y sus mechas para todos lados lo identifican bien con algunos especimenes de dos pies que deambulan por los territorios de la Universidad de la Frontera. Es estudioso además, si me parece que lee de corrido, mucho mejor que muchos de los que se dicen que están matriculados en el campus vecino.

Inusitada crueldad ¿tiene explicación?

-¡Lulú, Lulú, mira este diario que me encontré en el terminal de JAC! Viene de Pucón y es del semanario del jueves 25 de este mes.

– ¿A ver? ¡Chitas, si es nuestra amiga la «Chola» la que aparece en portada!

– Sí, pero no es nada bueno lo que le pasó, pobre amiga, la encontraron, después de 5 días que estaba perdida, encerrada en una cámara de alcantarilla al lado del condominio «Mirador del Lago» que ella cuida. No tendría más de un metro cúbico de espacio.

Basura canalizada…

Somos curiosos los perritos de la calle. Siempre andamos metiendo nuestras frías narices por todas partes. Y así nos vamos informando de todas las cosas que pasan por esta ciudad, algunas buenas y otras no tanto. Hace un par de días invité a Lulú a dar una vuelta por Chivilcán, era un día de solcito después de tanta lluvia. Este invierno nos ha azotado más que otros. Y nos encontramos que están interviniendo el canal Gibbs. Ya era hora.

¿Estamos desarrollando una verdadera política turística?

Me puse aventurero. También tenemos derecho los perritos de salir a pasear y conocer el mundo. A veces es tan estrecho para muchos de nosotros, un simple patio, y qué digo patio, muchos viven en la estrechez de un departamento. Pues bien, me colé en un camión cargado de maderas que iba para el sur y que resultó detenido finalmente en Pucón. Me bajé con cuidado, nadie reparó en mí. Bueno, la verdad es que nadie se fija en este país en un perrito callejero. Hay tantos. Y Pucón no es la excepción. Los hay por bandadas.

¡1.000 visitas! ¡Guau!

Estoy contento. Nunca creí que tuviera 1.000 amigos. Gracias por acercarse a este perrito bien intencionado. Junto con el clan perruno deseamos dar las gracias a todos los que tuvieron la paciencia de leer estas crónicas, escritas a ladrido limpio, algo destempladas a veces, con un toque de humor otras, siempre con el deseo de destacar un aspecto corregible de nuestro entorno. Nunca con la intención de criticar por el mero hecho de hacerlo. Tratando de entregar un mensaje positivo. Necesitamos de inyecciones de optimismo. Cada vez la vida se torna más dificultosa y complicada. Si bien es cierto que el país goza de una sana economía a nivel macro, todavía los pobres de verdad, que son muchos y yo comparto con ellos a diario y los veo rastrojear en la basura igual que mis amigos de la calle y nosotros mismos con la Lulú, están esperando por el reparto de esa riqueza que se acumula en cuentas en el extranjero. Sube el IPC, y explican que se debe a que la comunidad gasta más dinero y demanda más los bienes que pasan a ser relativamente más escasos, es decir, la gente tiene más plata para gastar ahora…¿será cierto? ¿No será que los que pueden hacer eso siguen siendo unos pocos? Me parece que los pobres no han disminuido, al contrario, son más. Claro que no indigentes, pero dentro de los que podríamos llamar pobres, con ingresos apenas indispensables para comer y movilizarse. Pero incapaces de ahorrar, de darse un pequeño gusto extra, de soñar…Esta es la verdadera pobreza del alma, el carecer de sueños. La desesperanza de no poder salir de ese foso para compartir también la posibilidad de soñar y hacer realidad esos sueños. Los que tienen no dimensionan cuánta angustia genera este tipo de situaciones. Y las imágenes que entrega la publicidad y la TV van creando frustraciones tremendas en una creciente masa de gente insatisfecha que sólo ve en el delito o la droga la oportunidad de satisfacer sus aspiraciones.

Sigamos adelante. No me detendré en la búsqueda de situaciones dignas de comentar con ustedes. Quiltedy y su pandilla están todavía con las pilas bien puestas.

El gas más caro es el que compran los pobres.

Fuimos con Lulú a saludar a la mamita Virginia que estaba de cumpleaños. Es una viejecita amorosa muy pobre y solitaria que vive en una casita que ya se cae por allá por el lado de Amanecer. Ella siempre nos convida restos de pan remojado con te, a veces con algo de leche aguada. Pero es un rico para nosotros. Ella da lo poco que tiene a los perritos simpáticos como nosotros, por eso la vamos a acompañar de vez en cuando. Le gusta conversarnos, le hacemos compañía, ella se alegra de tener alguien que la escuche, aunque no podamos contestarle más que con un par de ladridos de amor.

Los «clandestas» no nacieron en Nueva York.

– ¡Lulú! Tengo una picada nueva para comer ricos huesitos. Te invito. Aprovechemos de celebrar nuestro aniversario. Este año se nos ha pasado volando, ¿verdad, mi amor?

– Es verdad. Vamos. Ya estoy con apetito.

Y nos fuimos por San Martín hacia abajo. Ibamos caminando al trote un tanto distraídos cuando apareció un tipo en bicicleta a todo cuete por la vereda. Venía directamente hacia nosotros.

El club de los poetas ignorados.

Es lindo nuestro Museo Ferroviario. Me gustan los fierros también. Me impresiona pasearme cerca de esos magníficos colosos de hierro que otrora transportaron a nuestros abuelos y las mercancías que llenaban las tiendas del Temuco de la Frontera. Hoy reposan en este lugar para la diversión y educación de todos, especialmente de los niños que no conocieron esta romántica forma de desplazarse.

Un paseo por el «aeródromo» de Maquehue.

-¡Vamos Lulú! Te invito a tomar un poquito de aire al Aeropuerto. Me gusta tanto ver cómo aterrizan los aviones. Es emocionante verlos cómo se aproximan con sus luces y van tomando posición para luego tocar pista. ¡Pluff! Y sale una nubecita de humo desde las ruedas, mezcla de polvo y llantas quemadas. Y después el ensordecedor ruido de los frenos en las turbinas. Me emociona.

¡No corran más, por favor!

Bajaba por Javiera Carrera desde la Villa Apoquindo con mi amigo Ladrador y nos detuvimos en el kiosko de diarios. A descansar, qué han pensado, si no podemos leer la prensa. Nos informamos a través de otros canales. Pero sí pudimos observar claramente cómo pasan los badulaques del volante acelerando por ambos sentidos de Gabriela Mistral. Sí, ahí enfrente del Hospital Clínico.